"Hay una diferencia sencilla entre un dictador y un
demócrata: si el demócrata no tiene oposición, su deber es crearla, mientras
que el sueño del dictador es eliminar toda oposición"
Oscar Arias
Luego de leer esta frase ¿Cómo no pensar en Hugo Chávez? Con sus palabras de ayer "lo voy a pulverizar" refiriéndose a Capriles, es una prueba más de que Venezuela está al borde de una dictadura absoluta si no logran sacar a Chávez del poder. Se les va la vida a los venezolanos como se nos va la vida a los puertorriqueños estadistas en el plebiscito de noviembre próximo.
Para los neocomunistas que viven en Puerto Rico diciendo que
América Latina emerge como una potencia económica y que yo he dicho que es una
burda mentira, quien mejor que Oscar Arias, Premio Nobel de la Paz en 1987 y
Presidente de Costa Rica en el periodo 2006-2010 para demostrar que tengo
razón.
Los países como Brazil, Argentina, Chile y hasta el mismo
Venezuela con sus recursos petroleros nunca podrán convertirse en potencias
mundiales porque sus gobiernos democráticos se tambalean cuando emerge la
izquierda socialista al poder. Podrán lograr cosas, pero una democracia
perfecta jamás. Ni hablar de China que se proyecta como una potencia económica
pero mantiene una dictadura férrea que en algún momento la hará colapsar. Los países son exitosos por sus gobiernos democráticos no por sus economías. Si hay democracia hay economía exitosa. Sin democracia hay millonarios con poder, una clase media inexistente y pobres sin derechos. Las cosas como son.
18 de febrero de 2012
El Nuevo Día
La democracia imperfecta
OSCAR ARIAS
La democracia en América Latina ha tenido que lidiar con
toda suerte de experimentos y ocurrencias ideológicas. Algunas más peligrosas
que otras para los ideales de democracia, justicia y libertad, así como para el
crecimiento económico.
Hoy, muchos países latinoamericanos han dejado de comprender
la urgencia de preservar el Estado de Derecho y, en especial, la seguridad de
las personas y los bienes, sin la cual no hay competitividad, ni democracia, ni
paz.
Hasta hace pocos años, se pensaba que el desarrollo
económico y social era posible en un pobre entorno institucional. Pero las
ficciones de la teoría tuvieron que ceder ante el peso abrumador de la
experiencia. Hoy se reconoce universalmente que el desarrollo es imposible sin
un desempeño institucional adecuado, lo que empieza por la simple práctica de
la democracia. Eso quiere decir, un gobierno democráticamente electo,
representativo y participativo.
Pero también un gobierno donde los poderes del Estado sean
independientes entre ellos y garanticen un delicado juego de pesos y
contrapesos; algo que Montesquieu justificó magistralmente, pero que algunos
políticos de la región prefieren ignorar.
Una de las grandes falacias políticas en América Latina,
consiste en vender la idea de que cada lugar puede desarrollar una democracia
específica o un sistema de libertades particular. Muy a menudo, esas
justificaciones no son más que disfraces para ocultar una vocación opresiva o
autoritaria.
Las reglas democráticas son universales y los países son más
o menos democráticos, dependiendo de cuánto se acercan o cuánto se alejan de
ese sistema. Sin embargo, algunos gobiernos latinoamericanos han caído en la
trampa de creer que al recibir el apoyo electoral, el mandato del pueblo les
permite modificar esas reglas para llevar adelante su proyecto político. Si un
gobernante coarta las garantías individuales, limita la libertad de expresión y
restringe injustificadamente la libertad de comercio, subvierte las bases de la
democracia que lo hizo llegar al poder.
El dilema que esto presenta, y que aún no hemos logrado
resolver, es cómo lidiar con democracias en donde los gobernantes se comportan
autoritariamente, pero no son dictaduras.
Porque, en honor a la verdad, en América Latina sólo existe
una dictadura: la dictadura cubana. Los demás regímenes, nos guste o no, son
democracias en mayor o menor grado de consolidación o deterioro.
Pretender derrocar esos gobiernos, o removerlos de alguna
forma violenta o contraria a la Constitución y las leyes, es caer en el mismo
juego autocrático que pretendemos combatir. Los pueblos mismos deben aprender a
apartar los espejismos de la demagogia y del populismo, porque el problema no
son los falsos Mesías, sino los pueblos que acuden con palmas a celebrar su
llegada.
Uno de los más elocuentes casos del desprecio por el Estado
de Derecho y la erosión de las instituciones democráticas es Nicaragua. Con la
reelección de Daniel Ortega como presidente en el 2006, empezaron nuevamente a
desaparecer en ese país los controles al ejercicio del poder público y se
difuminaron los límites de ese poder sobre el ejercicio de las libertades
individuales. Este deterioro fue más visible aún en el fraude de las elecciones
municipales del 2008 y en las recientes presidenciales.
De nada le sirve a América Latina deshacerse de líderes con
delirios autoritarios, tan sólo para ser sustituidos por nuevas estrellas del
teatro político. A pesar de que nuestros pueblos vencieron con valentía las
dictaduras que marcaron con sangre la segunda mitad del siglo XX, aún queda
mucho camino por recorrer si la democracia ha de asentarse para siempre en la
región. Parafraseando a Octavio Paz: en nuestra región la democracia no
necesita echar alas, lo que necesita es echar raíces.
La única vía para restarle poder a quienes lo han
concentrado luego de recibir el apoyo popular, es minando ese apoyo popular con
educación cívica, con oportunidades y con ideas. Desafortunadamente, en esas
tareas seguimos fallando. Seguimos posponiendo eternamente las grandes reformas
políticas, educativas y tributarias que por años hemos prometido hacer.
Ni el colonialismo español, ni la falta de recursos
naturales, ni la hegemonía de Estados Unidos, ni ninguna otra teoría producto
de la victimización eterna de Latinoamérica, explican el hecho de que nos
rehusemos a aumentar nuestro gasto en innovación, a cobrarle impuestos a los
ricos, a graduar profesionales en ingenierías y ciencias exactas, a promover la
competencia, a construir la infraestructura que no hemos construido en los
últimos 200 años, o a brindar seguridad jurídica a los empresarios e
inversionistas.
¿Con qué derecho se queja Latinoamérica de las desigualdades
que dividen a sus pueblos, si cobra casi la mitad de sus tributos en impuestos
indirectos, y la carga fiscal de algunas naciones en la región apenas alcanza
el 11% del Producto Interno Bruto?
¿Con qué derecho se queja de la falta de empleos de calidad,
si es ella la que permite que su escolaridad promedio sea de alrededor de 8
años?
¿Con qué derecho se queja de su desigualdad y de su pobreza,
si ha incrementado su gasto militar a una tasa promedio de 8.5% por año desde
el 2003, alcanzado la cifra censurable de casi $70,000 millones en 2010?
Nuestros líderes bien harían en seguir el ejemplo del
presidente Barack Obama quien, para enfrentar la crisis económica en su país,
anunció la reducción de $487,000 millones en gastos del Pentágono en un plazo
decenal. Estoy consciente, sin embargo, que a Estados Unidos aún le queda mucho
por hacer para saldar su deuda pendiente con la paz y la seguridad
internacionales, pues continúa siendo el mayor exportador mundial de armas.
Esos datos sobre América Latina, no hacen más que demostrar
la amnesia de una región que alimenta el retorno de una carrera armamentista,
dirigida en muchos casos a combatir fantasmas y espejismos.
Por ello, en mi último gobierno, le propuse a la comunidad
internacional y, muy especialmente, a los países industrializados, que diéramos
vida al Consenso de Costa Rica, mediante el cual se creen mecanismos para
condonar deudas y apoyar con recursos financieros internacionales a los países
en vías de desarrollo que inviertan cada vez más en educación, en salud,
protección al medio ambiente y en vivienda para su pueblo, y cada vez menos en
armas y soldados. Es el momento de que la comunidad financiera internacional
premie no sólo a quien gasta con orden, como hasta ahora, sino a quien gasta
con ética.
¿Qué les parece?
Los gobiernos antidemocráticos no permiten que sus
gobernados se eduquen adecuadamente porque eso significa que no los pueden
controlar, la educación es un poder que permite al pueblo no dejarse engañar
con presidentes populistas como pasa ahora en Venezuela con Chávez y muy cerca está los Estados Unidos con Barack Obama.
La lucha de clases en América Latina es muy marcada y
mientras eso sea así los izquierdosos tendrán un buen tema para su discurso
equivocado en la tribuna política. La igualdad de oportunidades que ofrece el
libre mercado y el capitalismo es lo que permite que los pobres puedan alcanzar
una vida digna a través de su esfuerzo y trabajo, lo opuesto es pura demagogia,
esa misma demagogia que mantiene la izquierda troglodita.
Esto también hace quedar muy mal a Rubén Berríos Martínez,
Juan Dalmau y Fernando Martín que visitaron hace unas semanas a Daniel Ortega,
aquí en este escrito Oscar Arias denuncia lo que todos sabemos, que en
Nicaragua hubo elecciones fraudulentas. ¿Qué tiene que decir Rubén Berríos?
Su silencio es su peor enemigo porque si lo denuncia pierde la amistad de
Ortega ¿Quién quiere estar en ese dilema? Así es la izquierda, llena de
prebendas, chantajes y mentiras.
Si todavía en Puerto Rico se preguntan porque el movimiento
independentista que defiende el PIP, el MUS, el Movimiento Independentista
Nacional Hostosiano no pasa de un 5%, aquí está la respuesta. La América Latina
que ellos quieren proyectar es una utopía, un eufemismo, un espejismo que sólo
ellos se creen.
Puerto Rico no desea estar como los países de América
Latina, de que nos sirve una supuesta libertad si perderemos un sistema
democrático, un sistema de ley y orden que para bien o para mal nos ha
funcionado hasta ahora reforzado con un sistema federal mucho más organizado y
efectivo.
Nuestro sistema democrático funciona, el problema es que el
discurso antidemocrático de los opositores del PNP, quieren hacerle creer al
país que no seremos libres si nos decidimos por la estadidad. La libertad la
conocemos, aún siendo una colonia, disfrutamos de libertad individual que nos
garantiza la ciudadanía americana y se materializa en ese pasaporte americano
que cargamos cuando viajamos por todo el mundo, sin visas, sin permiso de
salida o de entrada. Con pasaporte en mano compramos el pasaje y "voilá"
Nuestros derechos humanos se respetan porque nuestra
Constitución nos la garantiza. Una Constitución hecha a imagen y semejanza de
los demás 50 estados y la que los padres fundadores redactaron en 1776.
Un sistema de pesos y contrapesos, poder legislativo
dividido en Cámara y Senado, poder ejecutivo y judicial. Donde el pueblo tiene
acceso a sus represntantes y elige a sus candidatos en unas elecciones
transparentes con algunas excepciones como los pivasos y la ayuda del Presidente
del Tribunal Supremo y más atrás en San Juan.
Hoy si existe una investigación del Senado contra la
Administración de Tribunales es por deficiencias en su desempeño, no porque
haya una crisis constitucional como lo quieren hacer ver los izquierdosos. El
ladrón juzga por su condición, han visto eso en América Latina y lo quieren
proyectar en Puerto Rico. Sí, también en el Supremo hay corrupción, darle
tareas a los alguaciles que no son inherentes a su cargo, es también
corrupción, por más que hablen y se defiendan, esa es la realidad y si a otros
los han encausado y enjuiciado, ellos también estarán en la mirilla. Hay un
refrán que dice lo que es bueno para el ganso es bueno para la gansa y aquí han
roda’o cabezas por menos de lo que ha pasado en el Tribunal Supremo, ahora, a
rendir cuentas, nadie está por encima de la ley ni tan siquiera el Juez
Presidente del Tribunal Supremo.
Como ven, es mucha la hipocresía de muchos políticos y
empresarios en Puerto Rico. El editorial de El Nuevo Día hablando de su Agenda
Ciudadana está muy lejos del papel de cooperación que nos quieren hacer creer.
Su mensaje del entrelíneas habla de la democracia participativa que fomenta la
izquierda. Para Luis Alberto Ferré Rangel es muy fácil adoptar este discurso
porque sabe que con su poder económico puede manejar el país sin necesidad de
un puesto político. A mí no me engaña, se leer entre líneas y he aprendido muy
bien lo que es el doble discurso, el mejor maestro se llama Partido Popular
Democrático.
Los puertorriqueños tenemos que aprender a investigar que
pasa más allá de nuestra playas, lo que sucede en América Latina es totalmente
opuesto a lo que se habla en las filas izquierdosas. Lo que pasa en los Estados
Unidos es totalmente opuesto a lo que nos quieren hacer creer los enemigos de
la estadidad. Para los que tienen internet es muy fácil enterarse, esa herramienta de Google es fascinante, pero los que
no tienen acceso están a merced de los medios locales que manejan la
información a conveniencia. Por eso es tan importante la educación y el poder
adquisitivo para tener acceso a la tecnología.
Esto es lo verdaderamente importante en una democracia. Un
pueblo informado, educado y productivo para aportar a la sociedad en un sistema
capitalista. Eso es lo que fomenta los Estados Unidos de América.
Olvídense de Rivera Guerra, Sol Fontanez y AGaPito, eso son
aves de paso, me alegra que los investiguen, para eso están la agencias
pertinentes, pero hablar de ellos todos los días no es productivo, esto es sustancia.
Estamos de cara a un plebiscito de estatus, nuestro futuro y el de nuestros hijos
está en juego, ni Alejandro García Padilla, ni el PIP, ni el MUS ni el PPD nos dicen
la verdad sobre la estadidad, no quieren que lo sepamos.
El Partido Nuevo Progresista nos podrá instruir pero lo más
importante es el análisis profundo en base a investigación por nuestro propio
esfuerzo para ayudar a otros a entender de que trata todo esto, esa es nuestra
aportación al país,
esa es mi meta en este blog.
Such is Life!